¡Tras las huellas de SpaMiCan!
Cumplía cinco años cuando mi mamá llegó a casa con un regalo. Estábamos sentadas en el carro, en la parte de adelante. Me pasó una caja, envuelta en papel de regalo. Abrí la caja y dentro había otra caja, luego otra caja y luego otra caja. Al final, ella sólo reía y me decía, ¡Ahora sí, ese es el regalo!
Terminé de quitar el papel a la última caja, y encontré un teléfono con cables encima. Era el teléfono de la casa y todo se trataba de una broma que mi mamá había armado en su cabeza. Luego de eso, hice una mueca de desilución, entonces ella se fue a la parte del asiento de atrás del carro y me trajo otro regalo, está vez no estaba envuelto.
Era un copo de algodón blanco y pequeño, apenas lo ví, quizás debí sollozar de la alegría. Era una French Poodle cachorra, la culpable de mi llanto. Un copito de aproximadamente dos meses de existencia, juguetona y muy bella.
Su nombre: Candy, así le pusimos por mi amor a los dulces en esa época. Ella fue mi primer mascota y mi primer gran amor. Me acompañó en mi segunda fase de la vida, porque la primera de 0 a 5 años, ya la había vivido. Ella fue mi cómplice de aventuras durante mi primer fase en el colegio y mi descubrimiento del mundo de afuera, y también de mi mundo interior.
(Continuará)...
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